sábado, 22 de enero de 2011

Museo Nacional de Arte Romano
Fue un edificio creado por Rafael Moneo entre los años 1981 y 1986.Uno de los criterios básicos antes de construir el museo fue la conciencia de que el edificio debía responder a la importancia que el tema encerraba, es decir, quería decir que la modestia del medio urbano en el que el museo se levanto quedaría transformada con la presencia de un edificio que, por su misma posición en el trazado de la ciudad, podría ser considerado como anticipación y adelanto del sorprendente espectáculo a que da lugar el esplendido conjunto de ruinas romanas.
El exterior
El edificio aparece como una serie de contrafuertes sesgados que harán evidentes uno de los principios en que se fundó la arquitectura romana: la solidez de las fábricas. Desde el exterior el edificio esta caracterizado por la simplicidad, se muestra poco atractivo, el edificio se asimila a las fabricas de principio del siglo XX.



 Quedan tales espacios iluminados por unas ventanas altas, impidiendo el muro paralelo del que antes hablábamos, que el sol penetre directamente sobre la nave.  Esta fuente de luz indirecta, que baña la importante colección de estatuas romanas que alberga el museo, esta complementada por una iluminación cenital, neutra, que se produce a lo largo de las naves transversales menores. Ventanas a norte garantizan una luz indirecta necesaria para que las lápidas y las inscripciones queden bien iluminadas.
El interior

El interior del museo queda definido por dos cuerpos de edificación separados por la calzada romana y conectada por una potente pasarela que vuela sobre los restos arqueológicos. En uno de los edificios se alberga el museo y sus almacenes, lo que Moneo en la memoria del proyecto llama museo-archivo, y en el otro establece talleres de restauración, biblioteca, salón de actos y dependencias administrativas.
El edificio en planta muestra como tres plantas, la planta que esta debajo del museo  donde esta las ruinas, la calzada representa la Mérida Romana, la planta baja representa la Mérida antigua y la planta de las pasarelas representa la Mérida contemporánea.





 En el edificio llamado museo-archivo  esta dividido por una serie de muros paralelos. El sistema repetitivo de crujías está superpuesto a una retícula de circulación que entraña una jerarquía susceptible de adoptarla el propio visitante. El interior queda por tanto definido por una serie de muros paralelos que dividen el espacio de la nave dotándolo así de un recorrido. Este sistema de muros paralelos se traduce en la fachada sur en un sistema de contrafuertes que evocan la geometría y la solidez del Acueducto de los Milagros.



La apertura de los arcos en los muros paralelos que conforman el espacio de la nave que sugieren al visitante las dimensiones que en su día tuvo la Mérida. Al entrar en la sala los arcos se relacionan con el arco de trajano.




Una serie de corredores y pasarelas da a estas naves la posibilidad de ser ocupadas en altura, a un tiempo que permiten nuevas visiones de la nave central.  La intersección entre el sistema de muros y el sistema de vacios resuelve así la organización en planta del edificio, que podría también entenderse como un gran espacio único, a modo de nave
El hecho de que estos muros mantengan una conexión entre sí a través de un paso hace que la visita pueda ser zigzagueante y que el visitante curioso pueda, con absoluta continuidad, ver todas las collecciones.


Materialidad
 Lo que  conmueve del museo es que todo el material empleado en él procede del mismo yacimiento. . El edificio arranca de la materialidad concreta de un muro de ladrillo romano, con la dilatada constancia de sus hiladas y el uniforme despiece de su aparejo, significa pensar las obras del museo instaladas en el de un modo preciso,  resaltando la blancura del mármol sobre el color rosado de la fábrica de ladrillo, y la finura de su cincelado sobre la rugosidad áspera de la cerámica.

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